FLORENCIA BOHTLINGK
No podría hablarse entonces de un trabajo de depuración progresiva con el objetivo definido de la perfección pictórica, sino más bien de una charla permanente con el mundo y con el mundo que esta misma pintura devuelve. Una discusión interna sobre cómo ver siempre las mismas cosas, sobre cómo ver desde la ventana del taller a las garzas manchando de blanco y paciencia el \paisaje todos los días. En ese sentido, es una pintura que sale de la experiencia y por eso es producto, también, de interpretarse a sí misma como fenómeno. Lo que hace Böhtlingk, lo que vuelve raros a estos cuadros (y a la solitaria acuarela), es su inclinación a no aceptar ninguna idea de naturalidad. Ni el arte de su país, ni sus códigos formales, ni su época; ni las anatomías, ni la inclemencia de las formas, ni su propio rostro. Esta pintura es una bóveda para la vida, para toda su sustancia ordinaria, molecular, inacabable. Böhtlingk consiguió, con una fe extrañísima y un talento aún más raro, que la misma función se aplique también en sentido inverso, que la vida sea una bóveda para su pintura. Alejo Ponce de Leon ---------------------------------------------