Florencia Bohtlingk

“Cuatro consideraciones sobre la pintura de Florencia Bohtlingk”

 

1-

 

Si las pinturas de Florencia Bohtlingk de los años noventa se presentaban bajo referencias bien claras (desde el grupo Orión hasta algunos colegas de su generación), sus trabajos de principios de los dos mil se perfilan en un espacio más ambiguo pero aún dan ciertas coordenadas, sobre todo desde su paleta. En 2010, Los isleños denota un cambio. Es una pintura con una clara construcción geométrica pero que, desde su pincelada revela un clima húmedo y distendido. El paisaje selvático (misionero) es un espacio de construcción identiraria que se aleja de cualquier soporte para los nacionalismos, la selva se revela como un territorio fértil para volcar preocupaciones personales y pensar la figura como un presente activo y sumergido, desapareciendo la idea del hombre frente al paisaje, como detonante de una actitud contemplativa. Rodrigo Bonome, en sus numerosos escritos sobre el paisaje, pensaba que “Pintar un paisaje es utilizar esos elementos plurales y organizarlos con un criterio unitario, sin que esa tarea que es mental y que amputa al aspecto tectónico desmedre el potencial subjetivo del tema”. Bohtlingk discute incansablemente con esta sentencia, la idea de un “criterio unitario” es en la pintora la presencia de la geometría que cumple una función de clarificadora de un paisaje inasible por medios técnicos. Bonome piensa que “la geometría es al paisaje lo que la jaula al pájaro”, un pensamiento de síntesis cezanniana pero solo desde un plano compositivo. En Bohtlingk la geometría no es una cuestión organizativa, sino de comunicación.

Es en este  punto que se cruza con la pintura de Horacio Butler, solo que la pintora trabaja de un modo inverso. La geometría es un punto de llegada, un estudio exhaustivo del paisaje, el boceto muchas veces prescinde de la línea recta y se presenta como una mancha rápida, donde apenas existe una idea de proporción. En Butler, la geometría es el punto de partida, y podríamos considerar sus serigrafías como una instancia intermedia, un momento detenido dentro del proceso de la pintura.

 

2-

 

Una referencia obligada para comprender la genealogía de la pintura de Bohtlingk son los textos de Carlos Giambiagi. Pintor de una generación heredera de las enseñanzas de Martin Malharro, Giambiagi transgredió las reglas del maestro para pensar el paisaje desde una actitud política. El anarquismo lo llevó a pensar el paisaje misionero como único espacio para la realización de su ideal. Allí construyó una casa y su espacio de trabajo, observó la selva y pintó cuando fue necesario, escribió una serie de diarios y numerosas cartas a su amigo, el crítico Atalaya. Sus anotaciones rápidas revelan una observación del paisaje que escapa las preocupaciones formales.  Una simple frase de septiembre de 1940 nos sirve para pensar la pintura de Bohtlingk:  “No debe confundirse serenidad con indiferencia. La primera debe ser consecuencia de nuestro deseo de saber; un llegar a la esencia de las cosas, sin deformarlas a priori por simpatía, un no tomar partido, antes ni después, por uno de los aspectos, etc, etc.” Si aplicamos la idea de serenidad a la pintura de Bohtlingk podemos entender la continuidad y persistencia de su obra desprendida, cada vez más, de un rasgo de época. Porque lo que vuelve a una obra de su tiempo, es el desfasaje que esta tiene con los cánones que se repiten en determinado momento. Pensar, y pintar, el paisaje es un modo de entender el presente desde el lugar más sincero: la naturaleza. Giambiagi continúa “Junio 1941. ¿Se diría que no pienso más? He resuelto irme a Misiones. Otra vez. Y esto es coraje o inconciencia.” Las pinturas de Bohtlingk están cargadas se una actitud similar, la elección de un paisaje y de una técnica es la elección de una tradición, de una historia irresuelta o inconclusa.

 

3-

 

Residencia es una pintura del año 2011, aquí no hay paisaje, solo figuras. Una composición escalonada presenta a diversos personajes que comparten un espacio donde las distancias entre unos y otros no son claras. Un fondo de ciudad y la tonalidad gris remarca el carácter urbano de la escena. Esta obra parece heredera de la llegada del Guernica al Brasil en 1954, a partir de la cual es necesario revisar el impacto de Picasso en Latinoamérica. Pero, para ser más precisos, son las obras Guerra y Paz de Candido Portinari las que se vinculan con Residencia. Estas pinturas, de grandes dimensiones, fueron exhibidas por primera vez en 1956 en el Teatro Municipal de Rio de Janeiro. Con un plano rebatido, un gran número de personajes se superponen y conforman una compleja composición geométrica que contrapone la guerra y la paz, respectivamente. La relación entre la pintura de Bohtlingk y el modernismo de Brasil, sobre todo durante los años cuarenta y cincuenta, se evidencia más fuertemente en esta última serie: un clima a Navio de emigrantes de Lasar Segall, donde la paleta es baja y predominan los ocres y los tierras, y fundamentalmente, donde no hay un punto compositivo central, sino que cada personaje cobra un rol protagónico dentro del relato pictórico.

 

4-

 

La serenidad en las pinturas de Bohtlingk está íntimamente vinculada a la nocturnidad, momento elegido por un gran número de artistas argentinos para retratar el paisaje. Esta nocturnidad no solo corresponde a una instancia temporal, sino que refiere al uso extendido de los grises. Bohtlingk entiende la pintura en una tradición (espacio y tiempo) bien precisa, no comete pinceladas en falso.

 

 

 

 

Santiago Villanueva

 

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