FLORENCIA BOHTLINGK
Texto de sala de Juan Laxegueborde para la muestra Techint y La sopa en Galería Jamaica, Rosario. 2024 En esta exhibición las artistas se pusieron de acuerdo para dejarse llevar por las reflexiones sobre la rigidez y ablandarla. Sus obras confluyen como meandros en estas salas para intentar un momento de comparación en un país tristemente únivoco, para desplegarlo en una de sus regiones. Que el arte contemporáneo se someta a través de ellas a este pasatiempo agridulce, no deja de ser una noticia que intriga. Florencia no solo se encarga de lo que sucede en las orillas y lo que está por suceder en el río, sino que proyecta lo que el río deja a partir de una forma plástica metafísica que conversa como un acordeón, de Misiones a Acassuso, explayándose hacia espacios de abigarramiento cultural. Es la canción que suena en las reuniones de amigxs que siempre vuelven a empezar alrededor de un objeto, que de repente cobra una importancia inadvertida y totémica: nutricia. Una mezcla de lo que baja con las aguas marrones y lo que flota en el mediodía de una vivencia imborrable. Nada sube porque el cielo de las pinturas está desordenado en el presente de las cosas, la humedad, los animales y el juncal. Las viviendas, las ciudades y los parajes alejados de la imaginación se enchastran para inventar un elenco de escenas siempre cosmopolitas por la mitad, latinoamericanas que se preguntan por cómo ser, animistas, tropicales y capaces de trabajar con algunos colores que se van porque pueden volver. Los floripondios rojos son como la reunión abstracta de los elementos que Florencia va poniendo sobre el mantel tejido del espectador. Cuenta una leyenda que, en su movimiento de geografía loca, estiliza un rito para que todo pueda pescarse enseguida y quede pendiente, celoso y chocante, clarificado en la mugre mental de lo que quisimos ver. Después del río está el mar, con toda su teología profana, sus devociones y sus ofrendas, para empujar todo esto que nos pasó. Para devolverlo al infinito del arte, que a su vez participa de las estructuras finitas de quienes damos con él. En Laura hay un va y viene pero sabandija, el río es la cinta por la que se van a canalizar los productos inconscientes del fetiche de la industria, las monedas de países raros que se van a convertir en dólares para asegurar las arcas de capitales sin centro, derivativos como un delta, idealizados como un trabajador. Los personajes tan característicos de su imaginación retorcida están ahora en fábricas que son nightclubs, en catedrales azulinas que son pasillos del cerebro colectivo que entrevé terrores. Las pinturas rectangulares son el hazmerreir de la riqueza sin naciones, que enclava industrias para que sean el ruido permanente (el reloj simbólico) de ciudades como Campana, que postergan algún anhelo idílico para darle todo a los barcos, no al río. Caras con forma de mate, sirenas malformadas, caballos para niños, sensación de tubería, cuencos que esperan prosperidad, calores de metales pesados derretidos que engendran rostros que memorizan chistes brutales… Este es el barroco industrial de Laura, las barrancas al reves de una memoria infantil que bordea con el arte la repetición de la vida y llora. Lo que pasa es que no se aguanta, se vuelve a reír, se las agarra con el collage, los papeles para radiografías y el fibrón. Ahora aparece la luz mortecina de las retroexcavadoras. El río sin orillas ni cauce ni lírica, pero lleno de tiempo cíclico. La deformidad de las plantas mudas, las tarariras que se excitan en la claustrofobia. Como siempre, su sensibilidad acepta la condena del defecto para atravesar el karma fabril y salir airosa, revivida. El resultado es una huella. Deja todo desencajado, como si se hubiese ido corriendo para el lado de la llanura occidental. Techint y la sopa es la forma soldada que encontraron Florencia y Laura para decir el movimiento. De qué movimientos se hicieron cargo, ni ellas lo saben. Parecen saber otra cosa, una que no nos van a decir para que nos demos cuenta que el mantenimiento de la expectativa es como una variante del caudal, el peso del agua en nuestra conciencia discutible. --------------------------------------------- SUBIR